En su momento, esta hermosa costumbre popular campillana se perdió por diversas circunstancias (la guerra, la no menos dura postguerra, la emigración, el fallecimiento de músicos y cantores…) condenándola al olvido.
Hubo que esperar a la llegada de Don Bernardino como párroco para recuperar esta tradición. Don Bernardino tenía buenos conocimientos de música y pudo llevar a cabo el retorno del canto del mayo a la Virgen de la Loma, si bien los tuvo que bajar de tono porque eran muy altos y las campillanas y campillanos, no llegaban a dar la nota pertinente; y es que cuanto menos se canta, menos entrenado está uno y más dificultad existe para llegar a las notas más elevadas.
Pero tenían un pequeño inconveniente, y es que eran muy cortos, solo doce estrofas que en un cuarto de hora o menos se liquidaban y había que recurrir al canto de romances, folías y otras canciones populares para alargar el acto del canto del mayo a la Virgen un poco más y contentar a los campillanos que habían hecho es esfuerzo de cenar pronto y salir de sus hogares para participar en la celebración. Esta era una opinión generalizada y por eso quien esto escribe decidió ampliar aquella escasa docena de estrofas hasta unas treinta y cinco o cuarenta para así alargar el canto del mayo hasta los tres cuartos de hora o una hora que parecía la duración prudencial para este tipo de acto.
Además de los mayos, para las fiestas de septiembre y para otras fiestas de la Virgen (como la Purísima) en Campillo se cantaban los Gozos, de los que se conservaba la letra en la novena que publicó Don Gerardo, pero lamentablemente no se conocía la música. Por eso, empecé a indagar y a preguntar a personas que podían saber algo, a Luis y sus hermanas Anita y Carmen, cuyo padre había sido muy cantor y había participado en cosas de estas, pregunté a Isabel y Bienve Tinaut, hijas de Pedro Tinaut, tantos años director de la banda de Campillo, buen músico y buen acordeonista, y ellas me dieron la grata sorpresa de tener las partituras musicales de unos gozos que amablemente pusieron a mi disposición, aunque les faltaba la partitura para piano, la más importante porque en ella se recogía también la letra de los gozos y que hacía tiempo que habían entregado a Don Bernardino.
Pues volví a contactar con nuestro antiguo párroco y buen amigo para que buscara esa partitura que faltaba con la letra de los gozos. Y en una visita al Quintanar de nuevo volvió a saltar la sorpresa al entregarme no la partitura de los gozos (que aún no ha aparecido, pero todo se andará) sino un sobre con partituras que a él le había dado Fructuoso el sacristán (o su mujer, Angelina) que, a su vez, había recibido de su padre Gregorio el sacristán, organista de la iglesia, director de la banda y maestro de algunos buenos músicos campillanos. Y en ese sobre de partituras me encontré varios mayos, con su letra y su música, completos, y escritos para ser tocados por banda de música, con la orquestación para todos sus instrumentos y, además, con algo que para mí era muy interesante: el nombre y apellidos de sus autores y la fecha en que fueron compuestos.
Pocos pueblos hay que puedan decir que tienen la cantidad de mayos que tiene nuestro pueblo, la calidad de sus letras y música y, encima, para ser interpretados por banda de música.
El primero de estos mayos lleva por título Aroma de rosa, aunque en algunas partituras también lleva el título de «Aroma de flor»; su autor fue el alicantino José Viudes Sevila, quien lo escribió por el año 1921, que años atrás había sido director de la banda de música de la localidad alicantina de Ibi. Tiene trece estrofas, partituras para veintitrés instrumentos de banda y, en realidad, creo que es un mayo doble, ya que serviría para ser cantado tanto a la Virgen de la Loma como a las mozas campillanas, cambiando para ello las letras de algunas estrofas, según conviniera.
El segundo de los mayos es el Mayo de la Cruz, cuyo autor fue Pedro Parra Alberruche, que lo compuso en Badajoz para ser tocado y cantado expresamente en Campillo el 23 de febrero de 1918. Tiene una decena de estrofas y admite algunas variaciones en la letra de las primeras para ser cantado o dedicado, además, a la Virgen de la Loma o a la Santísima Trinidad, según interesara. Como es costumbre en otros lugares, el primero de estos mayos sería el propio de los solteros y solteras y este segundo mayo sería el de los casados.
Además de estos dos mayos, apareció en aquel sobre de partituras una que pertenece a otro mayo dedicado al Santísimo Sacramento, pero nada más, aunque queda clara la existencia de este tercer mayo.
Si a estos mayos añadimos el recuperado por don Bernardino que se ha venido cantando estos últimos años a la Virgen de la Loma, resulta que en Campillo de Altobuey tenemos no uno sino cuatro mayos. Y por lo tanto Campillo está de enhorabuena por haber recuperado una página más de su historia y de su cultura, en este caso musical, y por haber reconstruido un elemento muy importante de la tradición y de la cultura popular.
Desde aquí, nuestro homenaje a todas las personas que en su momento hicieron posible este legado musical hoy recuperado, así como nuestro agradecimiento a todos los campillanos y personas que han evitado su pérdida y desaparición, especialmente a los músicos y al director de la banda.
Santiago Montoya Beleña, 2004
Si quieres profundizar en el tema:
Los-Mayos-como-patrimonio-cultura-inmaterial