El nuncio que se estableció en Campillo y el trasiego de espías
En el artículo titulado «De cuando estuvo en Campillo la embajada del Vaticano« comentaba que el rey Felipe IV se negaba a otorgarle el placet regio al nuncio papal en nuestro país, el cardenal Camillo Massimi, por considerarlo un espía al servicio de Francia. El rey no le quería tener en Madrid de nuncio de la Santa Sede, y todo por culpa de un malentendido sin ningún fundamento.
El Nuncio Massimi ya estaba en España, había llegado por barco a Valencia y desde allí se dirigía a Madrid por el Camino Real que pasaba por Campillo. Pero la diplomacia española obligó al cardenal a quedarse en Campillo de Altobuey en cumplimiento de las órdenes del rey; Campillo estaba a la distancia de la corte que le habían marcado y, además, era un lugar muy bien comunicado y donde se disponía de alojamientos suficientes para Su Eminencia y su séquito. Desde febrero del año 1654 hasta mayo de 1655 residió en Campillo el nuncio o embajador papal y, por lo tanto, aquí estuvo la embajada o nunciatura pontificia en España. Pocos pueblos pueden afirmar y presumir de que sus calles albergaron la embajada de la Santa Sede y Campillo, en este sentido, es único y un caso excepcional ocasionado por los avatares de la política.
Esta situación y las maniobras del cardenal convirtieron a Campillo en un nido de espías, lugar de conversaciones secretas, de trasiego de agentes secretos y confidentes de uno y otro bando que se amparaban en el anonimato que proporcionaba el nutrido tráfico de personas y mercancías que circulaban por Campillo para pasar desapercibidos en la consecución de sus objetivos ocultos.
Campillo nuevamente nido de espías durante la Guerra de la Independencia
Siglo y medio después, con motivo de la invasión francesa y la guerra de la Independencia contra Napoleón (1808), nuevamente Campillo se vio convertido en un nido de espías, en lo que tuvo gran importancia su ubicación estratégica en el Camino Real Madrid-Valencia y las instalaciones asistenciales y de servicios de que se disponía. La invasión napoleónica produjo una completa desorganización estatal, pero pronto se creó una Junta Ejecutiva y una rudimentaria organización territorial para hacer frente al ejército invasor, en la que jugaron un papel importante la red de Comisionados que cubrían todo el territorio nacional y cuya finalidad y objetivo primordial era obtener cuanta información militar y política pudiesen y transmitirla lo antes posible a la Junta Nacional y a los ejércitos nacionales o partidas de guerrilleros.
Uno de estos comisionados fue Antonio de Capetillo, con residencia primera en Hellín, luego en Cuenca y después en Campillo, quien se encargaba del espionaje y transmisión de toda la información cogida a los correos del enemigo o de todo aquello que observaban sus propios agentes acerca de sus movimientos y pertrechos. La red de espías a su cargo llegaba hasta la frontera francesa y portuguesa y colaboraba, además, con su hermano José de Capetillo que era Jefe de Correos en Madrid y le transmitía toda la correspondencia interceptada al enemigo. En noviembre de 1810 encontramos a Antonio de Capetillo ya instalado en Campillo de Altobuey y desde aquí dirigía sus informes a Eusebio Bardaxí y Azara, Secretario de Estado y Superintendente de Postas, creador y jefe de este servicio y valedor de Capetillo.
Antonio de Capetillo fue un comisionado verdaderamente ejemplar y eficaz, un jefe de espías y confidentes que no paraba de informar sobre cualquier movimiento de tropas enemigas que se hubiese observado, su número y pertrechos, escaramuzas, heridos y muertos. En Campillo tenía centralizado su servicio y desde aquí enviaba sus informes por medio de correos y postillones de su confianza, informes que llaman la atención por su detalle y minuciosidad.
Recién nombrado comisionado, Antonio de Capetillo no tuvo reparo en enviarle a Bardaxí un escrito donde le explicaba sus ideas sobre cómo debía funcionar este servicio de información o espionaje contra los invasores franceses, recomendando la transmisión de la información más interesante a los generales de los ejércitos nacionales más cercanos, con pliegos que les digan la relación de los ejércitos extranjeros, sus movimientos y demás operaciones militares y políticas y otros asuntos sobre materias de Estado.
Por lo que sabemos y puede deducirse, Antonio de Capetillo debió instalarse en las dependencias del convento de Nuestra Señora de La Loma. Según avanzaba la contienda, por él pasaron y se instalaron tanto tropas nacionales como francesas, con el consiguiente robo y deterioro del noble edificio. Está documentado el paso del guerrillero Juan Martín, el Empecinado, así como las requisas de víveres que llevó a cabo en Campillo. La guerra de guerrillas, invento español en la contienda contra Napoleón, se propiciaba en las circunstancias por las que atravesó el país y por la orografía del mismo, y Campillo estaba muy bien situado y comunicado, permitiendo el acceso relativamente cómodo y rápido a Valencia, Aragón, Andalucía, La Mancha y Madrid.
Antonio de Capetillo, primero un simple oficial de Correos y Postas, después Comisionado, parece que acabó siendo interventor militar del ejército de tierra. Escribió una de las páginas más gloriosas de los servicios del espionaje contra los ejércitos invasores de Napoleón y a favor de los ejércitos patrios, quedando vinculado a Campillo de Altobuey por haber residido aquí y haber hecho del pueblo su central de operaciones de espionaje contra los franceses.
Santiago Montoya Beleña
2015