Hace ya varias décadas que se apagaron las calderas de cocer el espliego y es otra tradición artesanal de Campillo (o mejor semi industrial) que ha desaparecido.
Lejos quedan aquellos tiempos en que la familia Sahuquillo destilaba la planta de la lavanda para obtener aceite esencial que iba a parar a las grandes empresas fabricantes de cosméticos y perfumes en Cataluña.
Aún se conserva el lugar y el nombre del paraje donde «se hacia el espliego» y se cocía o llevaba a cabo la destilación de las plantas para sacar su esencia. Cuando la trilla «iba en buenas», los hombres, los mozos y los más jóvenes tenían en la siega del espliego una actividad económica complementaria con la que sacarse unas perras para hacer frente a las necesidades domesticas o para pasar unas buenas fiestas de la Virgen de La Loma acudiendo a cines, toros, comedias (si había) o echar cuatro rifas a Fructuoso el Sacristán, a Teofilo Millas, al ínclito y recordado Mascabrevas o a cualquier otro turronero que acudía con su arquilla a hacer las fiestas del Campillo. Los más jóvenes se daban por satisfechos si con el importe obtenido de la venta del espliego les daba para tirar con el rifle a los cigarros sueltos de las quincallas que venían de Ledaña o Albacete.
Posiblemente, la mayoría no se acuerde ni haya experimentado esto del destilado del espliego, de cómo se llenaba todo el pueblo de ese olor tan fresco y tan característico que hacía exclamar a la gente: «Ya han abierto las calderas del espliego«. Su aroma inundaba el ambiente, era un regalo para los sentidos y forma parte de la memoria colectiva de todos los que tuvimos la suerte de conocer esa alquimia que algunos campillanos de hoy en día se empeñan en que no desaparezca, aunque su práctica sea a un nivel casero, con pequeños alambiques, pero digna de admiración y ánimo.
El espliego es una planta generosa, que se alegra de que la sieguen todos los años para poder dar mejores espigas en la siguiente temporada; cuanto más seco es el año, mejor calidad tiene la esencia, y se cría hasta en los más resecos pedregales.
Sus beneficios y utilidades han cumplido un papel fundamental en otros tiempos en que la medicina y la higiene no estaban tan avanzados como ahora.
En las cuadras de las caballerías era frecuente tener a mano una horca de hierro con la que extender la paja o amontonar la basura de los animales; y era este sitio un lugar o un especial caldo de cultivo del bacilo del tétanos, una enfermedad o infección muy grave que se cogía al hacerse alguna herida con herramientas o clavos oxidados. En esas tareas de limpieza andaba una mujer de Campillo, cuando se clavó accidentalmente la horca; se lavó la herida con la cocción de espliego y diariamente hacia lo mismo, mojando incluso la venda con esa agua. ¿Le fue efectivo el espliego o fue una casualidad? No lo sabemos, pero lo cierto es que la herida se curó en ocho días y ni se puso la antitetánica ni consultó al médico, quizás porque tampoco podría pagarlo la buena mujer.
Es un gran antiséptico, pero es muchas cosas más: es bueno para la piel y mejora el acné y los eccemas; es analgésico, quita los dolores del reuma y de la gota; desinfecta y cicatriza las heridas, abre el apetito, activa la circulación de la sangre, es muy útil en casos de gripe, resfriados, bronquitis, asma, tos y es sedante en dosis pequeñas.
El espliego pertenece a la familia de las Labiadas (por la forma de labios que tienen sus hojas), que son las plantas aromáticas por excelencia, entre las que también se encuentra el romero, el tomillo, la morquera, el orégano, la menta y la salvia, por ejemplo.
Existen muchas variedades de espliego y todas contienen aceites esenciales, mentol, timol, cineol, etc… Su nombre científico es Lavandula Officinalis (Lavanda de la oficina de farmacia) o Lavimdula Spica (espiga para lavarse en el baño). Contiene alcanfor, por lo que es un ahuyentador natural de la polilla, contiene cumarina, linalol, nerol y otros productos que ahora se obtienen sintéticamente y se utilizan como componentes de muchos medicamentos.
En la actualidad el espliego se cultiva en varios países de la cuenca mediterránea y en pueblos cercanos a Campillo pueden verse los gruesos caballones morados del espliego cultivado.
Ha sido tradicional en nuestros pueblos hacer alcohol de espliego, un antirreumático y analgésico eficaz que se hacía mezclando un litro de alcohol de 90-950 con una onza de esencia de espliego (20 gramos) y se aplicaba con fricciones de paño de lana, después de reposar un par de días y filtrar el resultado.
En Campillo, que sepamos, solo se ha destilado el espliego, pero del mismo modo se puede hacer con el romero (como hacían en Cardenete), el tomillo, la menta, la canela u otras flores o plantas cuyas esencias puedan ser obtenidas con el alambique.
Las instalaciones con las que se trabajaba en Campillo consistía en un alambique de proporciones considerables, compuesto por la caldera donde se hervía la planta, el serpentín que recorría la balsa refrigerante llena a base de cubos de agua sacados a mano del pozo que allí había y el porrón florentino o vasija para decantar la esencia.
No lo sabemos, pero es posible que en Campillo de Altobuey no se vuelvan a encender más los hornos de las calderas del espliego. Que eso no nos impida saber de la historia de su práctica y del trabajo esforzado de la gente sencilla que participó en tal actividad. Sirva este escrito de homenaje y reconocimiento a sus artífices y de recordatorio para los más jóvenes.
Santiago Montoya Beleña
2008
Como todas las Historias de Campillo,me ha encantado. Felices fiestas.