Al haberse perdido la memoria de qué había en las capillas del convento o a quién estaban dedicadas, no queda otro remedio que recurrir a la consulta de la documentación del archivo parroquial campillano y, poco a poco, como si de un rompecabezas se tratara, ir reconstruyendo lo que fue Campillo en el pasado. Vamos a hablar de dos enterramientos que se documentan en el archivo.
Doña María de la Expectación Conesa de Golfanguer
Falleció en Campillo el día 13 de septiembre del año 1850 a causa de un trágico accidente cuando desde Valencia viajaba a Madrid. La señora iba acompañada en su coche (de caballos, supongo) por dos criados que se ocuparon de enterrarla en el cementerio de Campillo, al no tener instrucciones de otro tipo. Cinco días después, el hijo de la finada, por medio de su apoderado, solicita permiso al Obispado de Cuenca para desenterrarla y darle de nuevo sepultura en la fosa de la capilla de San Cristóbal del convento de Agustinos Recoletos de Nuestra Señora de La Loma, capilla que era propiedad a la sazón de Don José María López de Frías y de su mujer Doña María Josefa Briones.
Facilitaría la obtención del permiso el hecho de que el mencionado hijo de la fallecida, Rvdo. P. D. Miguel Golfanguer y Conesa, era canónigo de la catedral primada de Toledo, Sumiller de Cortina de Su Majestad la Reina, y Comisario General de Obras Pías de Jerusalén. Como hacía tan pocos días que había sido enterrada, fue preciso solicitar autorización al Vicario General del Obispado y al Ayuntamiento de Campillo, quienes la otorgaron, y se contó con asistencia de Escribano Público, celebración de nuevas honras fúnebres solemnes y cumplimiento de la condición de no abrir el ataúd, que permaneció cerrado con llave, y así se depositó en la bóveda o cripta de la capilla de San Cristóbal del convento.
Este accidente y entierro de una persona de clase adinerada nos sirve para confirmar algunos detalles de la historia de Campillo:
1º) Que, pese a haberse desamortizado el convento en 1835 y ya no haber frailes en el momento en que ocurrió el luctuoso hecho que relato, la iglesia del santuario de la Virgen de La Loma no fue desamortizada y por eso seguía teniendo culto constante y era un centro de devoción y de atracción para la Manchuela. Existen otros enterramientos en diversas capillas del convento que también confirman este primer punto.
2º) Que Campillo era un hito importante, un nudo de comunicaciones en el Camino Real de Madrid a Valencia, que continuamente era usado por los viajeros al no existir hasta entonces otro itinerario mejor, como lo demuestra el hecho de que esta acaudalada señora falleciese accidentalmente al pasar por Campillo cuando retornaba a la Corte.
3º) Que es importantísimo y de un valor histórico enorme el archivo parroquial campillano, el que otra vez sirve para conocer o corroborar datos históricos y etnológicos de una determinada época.
Don Juan de Dios Larios y Reyes
Un nuevo caso de defunción ocurrido el año 1851 viene a confirmar una vez más el hecho de que se desamortizó el edificio conventual y su huerta, pero no ocurrió así con la iglesia del convento, que continuaba abierta al público y con culto divino por tratarse del santuario de la Virgen de La Loma, patrona de Campillo y de la Manchuela conquense y centro de atracción para numerosos devotos y peregrinos.
El luctuoso hecho fue la muerte del joven párroco de Campillo por esa época, Don Juan de Dios Larios y Reyes, ocurrida el 18 de Agosto de 1851, siendo sepultado en la capilla de Santa Rita del convento agustino y en el suelo de la misma se encuentra la sencilla lápida de cerámica de Talavera que sirve de recordatorio para su persona, de información para saber que esa era la capilla de Santa Rita, y de confirmación de que el convento seguía usándose para el culto por aquellos años. Hubo que pedir permiso al obispado de Cuenca para poder enterrarlo, lo que fue concedido por el interés que todo el pueblo tuvo debido al cariño que el joven sacerdote supo ganarse por su celo pastoral y sus muchas virtudes.
Por su partida de defunción sabemos que había nacido en un pueblo de Guadalajara, y las honras fúnebres que se celebraron por él: misas de cuerpo presente pagadas con cargo a la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio, se le hizo entierro solemne de pompa entera debido a su cargo, oficios de solemnidad y misas al tercer día según era la costumbre, y todo gratis, como mandaba la tradición en un caso como este, mortaja incluida, ya que se le pusieron las vestimentas sagradas a cargo de la parroquia.
Santiago Montoya Beleña
2003