Joyas y alhajas que tuvo la Virgen de la Loma

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Desde la fundación del convento agustino de Campillo y la entrega de la sagrada imagen de la Virgen al cuidado de los frailes recoletos, estos siempre trataron de alhajarla y adornarla con las mejores joyas que podían y con las dádivas de los campillanos de otras épocas y de las gentes de la comarca que se sentían atraídos por la Virgen de La Loma, a cuyo santuario acudían en peregrinación por ser una imagen con gran consideración de milagrosa.

Por eso, aunque en la actualidad no quede nada tras las pérdidas que supuso la Guerra Civil, vamos a hacer un pequeño recorrido por las joyas y alhajas que poseyó la patrona de Campillo a lo largo de la historia como reina de La Manchuela, que va a servir también, en cierta medida, para conocer el grado de devoción y veneración que se le tenía:

  • En documentos del año 1759 se menciona un relicario de plata sobredorada para adornar a Nuestra Señora; unos años después se cita una pieza de filigrana de oro y un juguete de cascabeles de oro con una sirena sobredorada, que nada me extrañaría que se tratase de un amuleto protector de aquellos que se ponían a los niños para librarlos del mal de ojo y que pueden verse pintados en cuadros antiguos de príncipes de las familias reales españolas.
  • Documentación del año 1765 se refiere a una cadena de oro eslabonada con una pieza de oro esmaltado guarnecido de veintiocho perlas de aljófar y en el medio una imagen de la Concepción que pesaba cuatro onzas y cuatro adarmes y una lira de oro unida al relicario. También en esa misma fecha se le reconocen a la Virgen una cruz de Caravaca, un corazón y una imagen de Nuestra Señora del Pilar, todo de plata y con un lazo de cinta encarnada.
  • En 1771 poseía una filigrana guarnecida de piedras preciosas para su adorno, pero sin entrar en más detalles, aumentando su joyero años después con un Cristo de plata y un rico vestido valorados en ochocientos reales.
  • El año 1789 se señala la existencia de una alhaja de plata sobredorada con muchas piedras de Francia y, años después, un aderezo de aljófar, un relicario de aljófar engastado en oro, una pequeña águila de oro (símbolo de San Agustín) y tres relicarios engastados en plata.

A finales del siglo XIX se le anotan entre sus joyas:

  • un collar de plata con más de doscientas piedras engastadas;
  • una cadena de plata sobredorada con un relicario de San José del mismo metal, con quince piedras engastadas y un peso de ciento setenta y cinco gramos;
  • un globo terráqueo coronado por una crucecita de plata;
  • un relicario de plata con Nuestra Señora del Pilar por un lado y por el otro San José, con un peso de cuarenta y cuatro gramos,
  • un relicario de plata con veintitrés piedras engastadas,
  • un relicario de plata con la imagen de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas;
  • otra lira de plata dorada;
  • otro relicario de plata sobredorada cuyos cuatro objetos pesan setenta y nueve gramos,
  • una corona de plata con una sobrecorona o cerco del mismo metal, reformada en Madrid,
  • la correspondiente corona de plata para el Niño
  • y una media luna.

Y entre los mantos que se referencian, por citar un solo ejemplo, mencionaremos un manto de alhama de oro fino, bordado también en oro fino al realce y flecos de canelones del mismo metal, comprado en Madrid por Amalia López y Briones, que lo regaló a Nuestra Señora.

Es una pena que toda esa riqueza de joyas, alhajas, mantos y piezas de orfebrería se hayan perdido para siempre por los diversos avatares de la historia. El ser humano, que llega a ser capaz de realizar creaciones artísticas de gran belleza, también por desconocidas razones puede llegar a destruir y rapiñar obras que le habían situado en el lugar más elevado de la Creación.

El único consuelo y la única satisfacción que nos queda es el conocimiento, poder saber e imaginar, por las escuetas descripciones que nos han quedado, cuál fue el joyero de la Virgen de La Loma, los objetos preciosos que lo componían, la devoción hacia Ella de campillanos y manchuelos y su afán por engalanar, en la medida de sus posibilidades, a la reina y madre de la Manchuela, Nuestra Señora de La Loma, puesta al cuidado de los agustinos recoletos en un hermoso y adornado santuario barroco ubicado en un importante cruce de caminos.

Santiago Montoya Beleña

2005

Artículo que habla sobre las pérdidas de la orfebrería de la Virgen de la Loma en la Guerra Civil:

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