La Torta de la Virgen y otros dulces campillanos

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Las personas de Campillo con una cierta edad recordarán uno de los dulces más emblemáticos en la historia de la gastronomía campillana y el inmejorable sabor de aquellas pastillas o trozos de turrón conocido entre nosotros como “Torta de la Virgen”.

Teófilo y Fructuoso fueron los últimos zucleros (pasteleros) que fabricaron y comercializaron este turrón de Campillo, cuya fama trascendió incluso el ámbito del propio pueblo. Al faltar ellos, ninguno de sus descendientes siguió con el negocio y, así, una dulce receta campillana cayó en el olvido, sobre todo para los jóvenes, que ni siquiera la han conocido.

La fiesta de la Virgen de la Torta

Creo recordar que, con posterioridad a estos confiteros, solo se llegó a hacer la Torta de la Virgen en un par de ocasiones, para rifarla con motivo de la fiesta de la Candelaria o Purificación el 2 de febrero, llamada en Campillo la Virgen de la Torta, cuyo nombre le viene por la que hacían ex profeso para la ocasión los confiteros locales, de forma circular y gran tamaño tanto en su diámetro como en su grosor, que era llevada en procesión a la iglesia para la misa de las Candelas, acompañada de un par de palomas, y una vez finalizada era sorteada entre los parroquianos que habían adquirido papeletas para la rifa oportuna.

Esta relación de la Inmaculada con el turrón no es de extrañar, ya que era la patrona de los pasteleros, horneros, fideueros, tenderos, confiteros, cereros, chocolateros, es decir, de los oficios que tienen como faena principal amasar harina u otros productos y vender lo que hacían sin tener que pesar las cosas, lo que facilitaba el fraude, y para evitarlo debían ser tan honrados y aseados como libre de pecado y limpia era su patrona, la Purísima Turronera, nombre que se le daba a la Concepción en Barcelona y otros lugares de Cataluña.

Con la desaparición de la festividad de la Candelaria en Campillo también desapareció la Torta de la Virgen de Campillo, y quizá hubiera tenido éxito su venta si alguno de los panaderos o confiteros actuales se hubieran decidido a fabricarla, primero porque es una seña de identidad propia del pueblo, y segundo, porque su paladar y calidad eran muy elevados.

Los versos del envoltorio

Este turrón era utilizado con frecuencia como objeto de regalo hacia personas distinguidas a las que se quería agasajar o agradecer alguna cosa y que los confiteros presentaban de manera primorosa en trozos o pastillas rectangulares de unos 12 x 9 x 2 centímetros aproximadamente, envueltos en unos papeles amenizados con unos versillos de tono popular que cantaban las excelencias del producto.

Por ejemplo, uno de los envoltorios que usaba Teófilo Millas, afamado artesano por su buen saber hacer en las artes de la zuclería, dice así:

Campillo pueblo famoso  

por su industria confitera  

de renombre universal  

por su torta de primera.  

Por inspiración divina  

de la Virgen de la Loma  

este confitero humilde  

la elabora sin demora.

La Virgen agradecida  

de esta industria sin igual  

protege a los que la comen  

con su manto celestial.

Se desconoce quién fuera el autor de estos versillos, donde se presenta este turrón o torta como un producto de “inspiración divina” de la Virgen de la Loma, patrona de la localidad, y protectora de todos aquellos que la consuman. La garante y la garantía de su excelente calidad no podía ser de mayor altura.

De este mismo confitero, Teófilo Millas, se conserva un segundo ejemplo de composición poética propagandística de sus elaboraciones con la que aumentar sus ventas, que dice así:

Es esta exquisita torta  

una antigua tradición  

de la que llevó la Virgen  

al presentar al Señor.

El Campillo muy piadoso  

por siempre la elaboró  

sirviendo para regalos  

de muy alta estimación.

Además de estas poesías, estos papeles de envolverla indican su “Esmeradísima Elaboración” y la recomendación de que “Cuanto más vieja mejor”, a más de un recuadro con unas líneas que había de terminar de rellenar la persona que la regalaba:

Obsequio de D. (lugar para el nombre de quien hace el regalo) a su (amigo, médico, abogado, pariente, cura, jefe, etc, etc.) D. (espacio para el nombre de la persona a la que se le regalaba) a quien desea la especial asistencia y protección de la Santísima Virgen”.

Efectivamente se trata de unas técnicas de publicidad muy curiosas de aquella época ya pasada del nacionalcatolicismo.

Otro confitero del pueblo que también recurrió a estos poéticos envoltorios para vender su afamado y exquisito producto fue Gregorio López, más conocido como Gregorio el Sacristán, buen músico además y posible autor de estos versos de una de sus propagandas:

¿Quién de esta torta  

tiene un gran emporio?  

Gregorio  

¿Quién la presenta con esmero?  

El Confitero.

¿Confitero de pueblo o pueblecillo?  

De Campillo  .

Si vuestro gusto buquet fino añora  

creedlo,

pues lo dice el duendecillo,  

lo hallareis en la torta que elabora  

Gregorio, confitero de Campillo.

Gregorio López también tenía un segundo modelo poético para su publicidad, más chocante y gracioso, porque presenta a esta Torta de la Virgen como un remedio para la mujer a la hora de volver simpático a su hosco marido, o un seguro vigorizante para el éxito amoroso del joven poco ardiente, e incluso una ayuda para encontrar novio a las solteronas recalcitrantes, y dice así:

La mujer que siempre encuentre  

a su esposo displicente  

que le dé de postre torta  

y le tendrá sonriente.  

El joven que en lid de amores  

quiera salir victorioso  

aquí encontrará energías  

para triunfar valeroso.  

Y tú, solterona triste  

¿por qué no has tenido novio?  

Porque jamás has probado  

esta torta de Gregorio.

Solo nos han llegado estas cuatro modalidades de versillos aquí incluidos; quizá fue una práctica extendida y pudo haber más, pero resultan suficientes para conocer y entender el comportamiento del alma popular, donde se mezclan lo divino y lo humano sin el más mínimo problema.

Los dulces en Campillo

En otros lugares, jóvenes emprendedores recuperan antiguas recetas y productos de la gastronomía local y familiar, y han descubierto en la tradición lo que hoy se llama un “yacimiento de empleo”. Campillo es un buen consumidor de productos de la pastelería y dulcería de otros pueblos: tortas de manteca de la Puebla y del Picazo, magdalenas de Minglanilla y San Clemente, rolletes de Valera, etc.

Pero Campillo no exporta nada a otros pueblos. Aparte de la Torta de la Virgen también eran dulces populares en Campillo:

  • cristalinas
  • pastasfloras
  • rolletes
  • galletas de lengua de gato
  • caramelos y “chupaores” de malvavisco
  • peladillas como las que hacía Fructuoso
  • bizcochos de canela
  • bizcochos blancos o pardos
  • mediaslunas con crema y guinda
  • bollicos de los que hacía Teófilo y sus hijas vendían por las calles del pueblo
  • nuégados
  • culebras de mazapán
  • buñuelos
  • rollos de colación (los hacía la Cofradía de las Ánimas)
  • bocáillos
  • arroz de Nuestro Padre San Agustín
  • almendras “arrepiñadas”
  • alajú (los frailes de nuestro Convento lo llamaban en el siglo XVIII “alajud”)
  • etc

Muchos han pasado al baúl de los recuerdos, y al menos recuerdo será mientras existan las generaciones de personas mayores que conocieron todos o algunos de estos productos. Por eso, desde estas páginas quiero recordar un poco la historia de la Torta de la Virgen, cuya antigüedad documentada se remonta a varios siglos atrás, como ahora veremos.

La carta del Archivo Diocesano de Cuenca

En el Archivo Diocesano de Cuenca encontré unos documentos del año 1874, que, entre otras cosas, hablan de la Torta de la Virgen. Es una larga carta acompañada de un inventario detallado en el que figuran señalados los instrumentos para confeccionar el exquisito turrón. Dice así el documento:

Enseres y útiles para la confección de la Torta.

  • 40. Una caldera de cobre, su peso veinticinco libras y media.
  • 41. Dos corchos para batir la torta y tres palancas.
  • 42. Tres rulos o rodillos para extenderla.
  • 43. Dos pares de barillas pª extender la masa sobrante de la torta y un tablero.
  • 44. Dos pares de andas para la misma con cuatro cabecerillas de terciopelo carmesí y un cajón para igualar los pedazos.

A esta cita hay que añadir otras menciones al respecto que salen de forma tangencial, pero que tienen que ver con la Torta:

  • en el número 26 de ese inventario, se cita un cerco de flores para la torta que se hace anualmente
  • en el número 37 se hace mención de “Un crédito a favor de Nuestra Señora de la Loma, importante siete fanegas de trigo tranquillón, procedentes de la Torta de la Virgen espendida en febrero último y pagadero en el próximo Setiembre por los vecinos de este pueblo que constan en la lista detallada que va unida a este inventario”.  

La carta a la que está unido el inventario, la dirige al Obispo de Cuenca doña Amalia López y Briones, el día 20 de agosto de 1874. Perteneciente a una de las familias de mayor abolengo de Campillo, era la mayordoma de la Virgen de la Loma en ese momento y la continuadora en el cargo de otros miembros de su familia que también lo habían sido.

Por distintas razones, había sido muy criticada respecto de su actuación en la mayordomía y la señora se había sentido muy molesta, cuando entendía ella que el interés y la devoción por la Virgen de la Loma, atenderla y mejorar su culto, había sido el centro de su vida y el de su propia familia. El obispo le había remitido previamente una carta ordenándole la entrega inmediata de los vestidos, mantos, alhajas y efectos de la Patrona al párroco don Luis Martínez del Corral, proponiendo como lugar idóneo para ello la propia iglesia parroquial.

La primera prenda que se cita en este inventario corresponde a un manto de alhama de oro fino, bordado también en oro fino, realizado en Madrid por bordadores de Su Majestad, a sus expensas, que aún estaba sin estrenar por la Virgen, y como despedida del cargo de mayordoma lo regala a la Patrona para callar así a los anónimos calumniadores causantes de todo ese alboroto que se había creado.

Como consecuencia de la desamortización del Convento y siguiente exclaustración de 1835, su familia, y en especial sus tíos-abuelos doña Angelita [López] de Frías y don Pedro Antonio González, se hicieron cargo y mantuvieron el culto y el santuario de la Virgen de la Loma a sus expensas, cargo en el que siguió su madre doña María Josefa Briones y Valenzuela y, finalmente, ella. Lo curioso de la carta e inventario es que cede a la Virgen el usufructo de los mantos y demás alhajas, pero no la propiedad, arrogándose el derecho de inspección sobre los mismos y tratando de imponer unas cláusulas leoninas, de “me los llevo y los devuelvo cuando me parezca bien”, con amenazas de ir a los tribunales, a lo que se opone completamente el prelado conquense.

Pues bien, de esta carta e inventario anejo podemos resaltar algunos detalles, como es el hecho de que la Torta de la Virgen era llevada en andas en la procesión y se adornaba con un cerco de flores, lo que indica el tamaño considerable de la Torta, que se hacía en febrero y septiembre, por las fiestas de la Purificación y de la Natividad de Nuestra Señora, fiestas a las que sin dudar se puede añadir que también se fabricaba en las otras tres fiestas principales de la Virgen.

Esta práctica de sacar en procesión la torta era algo habitual en otros pueblos donde tenían la costumbre de hacer Pan Bendito y Caridad. Este es el caso de Requena, por ejemplo, repartiéndose, además, entre los asistentes, quienes solían atribuir a estos productos alguna capacidad curativa o preventiva. Debió ser una procesión espectacular, con la gran Torta llevada en andas y la Virgen de la Loma procesionando bajo palio, que así era sacada en sus procesiones, especialmente en la del día 8 de septiembre.

Los frailes agustinos y la Torta de la Virgen

La documentación económica de los frailes agustinos también aporta datos sobre la Torta de la Virgen, desde el siglo XVIII:

  • En los años 1762 y 1763, en la fiesta de la Purísima Concepción señalan los gastos que habían tenido en su confección y los productos y cantidades que habían utilizado en ella: dos arrobas de almendra tostada en arena caliente, lo que le daba un punto de sabor difícil de conseguir de otra manera; dos arrobas de miel, tres docenas de huevos, tres manos de papel para liar los trozos; dos jornales para pagar el trabajo de hacerla, etc.
  • En 1770 hallamos una anotación de “confitura para la torta de la Virgen Candelaria”, sin que sepamos exactamente a qué se refiere lo de la “confitura”, que puede ser la confección de la misma, sin más.
  • En 1779 hay una nueva mención a la realización de la Torta de la Virgen para el día de la Inmaculada.
  • En agosto de 1788 se detecta una anotación contable de la venta de un trozo de torta por cuatro reales.
  • En 1805 gastan 17 reales en huevos para hacer la torta y en arena para tostar la almendra.
  • En 1806 compran dos arrobas de miel.
  • En 1807 dos arrobas de almendra.
  • En 1810 compran dos arrobas de miel.
  • En 1819 anotan el gasto por la compra de dos arrobas de miel, otras dos arrobas de almendra y pagan dos jornales por hacer la torta.
  • En 1820 compran tres docenas de huevos y arena para tostar la almendra y hacer la torta del día de la Purificación.
  • En 1821 se indica un gasto parecido por la compra de dos arrobas de miel, otras dos de almendra, tres manos de papel para liarla y se pagan dos jornales por hacerla.
  • En cuanto al precio de venta, en 1816 anotan un ingreso de 8 reales por un trozo vendido.

Ingredientes y máquinas

De los ingredientes utilizados y las cantidades empleadas, puede sacarse la receta para hacerla, que puede resumirse en la misma cantidad de almendra tostada que de miel. Hemos visto que lo más frecuente era trabajar con dos arrobas de miel, otras dos de almendra, dos docenas de huevos (otras veces se indican tres docenas), y tres manos de papel para envolverla. Las últimas fabricadas en Campillo presentaban la masa entre obleas, habitual en otros turrones de otros sitios famosos, se le añadía un leve toque de ralladura de limón, además de algún que otro secretillo particular de cada confitero, que se lo habrá llevado a la tumba o solo conocerán sus herederos.

Por cierto, en el Museo Histórico y Etnológico de Campillo de Altobuey, detrás del altar mayor del Convento, puedes contemplar la máquina que se usaba para fabricar la Torta de la Virgen. Es una pieza única, no de producción seriada, realizada por encargo en alguna fundición valenciana, que dispone de tres rodillos de granito pulido para confeccionar las tabletas de este sabroso turrón campillano que se ha venido realizando en el pueblo hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo.

Así mismo se puede contemplar también una gran batidora o mezcladora de la pasta de este turrón, con engranajes metálicos y ruedas de tracción. Le falta la caldera de cobre en la parte de abajo. Se batía todo y la pasta se iba pasando a la siguiente máquina, con una pequeña tolva y rodillos de granito para hacer las pastillas o tabletas de turrón.

Ambas piezas han sido donadas al Museo por Begoña Barreda y Enrique Ballesteros, encargándose de su restauración, limpieza, puesta a punto y presentación el restaurador y campillano de adopción Pepe Asunción, que tanto interés tiene y viene demostrando con su labor por el Museo de Campillo.

Hoy en día, con tantos programas de cocina buscando al mejor chef y con tanto interés por la gastronomía, quizá sea un buen momento para recordar con los mayores que la llegaron a probar e informar a los más jóvenes que no tuvieron esa suerte, de que en Campillo, al menos desde el siglo XVIII, se hacía un exquisito turrón, la Torta de la Virgen, que nada tenía que envidiar a los más conocidos turrones de Jijona o Alicante.

Santiago Montoya Beleña

2018

Si quieres ampliar conocimientos sobre este tema puedes consultar la publicación académica La devoción a la Inmaculada en Campillo de Altobuey (Cuenca): Cofradía, vítor y turrón

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