Semblanza de Julio Navarro, un campillano multidisciplinar

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Julio Navarro Briones fue un cura campillano, de nacimiento y de parroquia, de la familia de los «Juanchos», una bellísima persona y una lumbrera por sus grandes conocimientos científicos, teológicos, humanísticos y musicales, pero a la vez con un gran sentido del humor y dueño de una fina ironía sólo reservada a los inteligentes.

Se cuenta de él una anécdota muy simpática, de allá por 1924, cuando se coronó canónicamente a la Virgen de La Loma. Fue la primera imagen conquense que recibió tal honor en la provincia, de manos del obispo don Cruz Laplana, y por ahí circulan fotografías que recogen aquel acto del que sin duda fue promotor Julio Navarro. Para hacer la corona de la Virgen donó buena parte de las joyas de su familia doñaAntonia López Cobo; también el pueblo de Campillo se volcó en el asunto y dio mucho dinero, tanto para la corona como para el trono y las andas de plata. Pero como las andas, que son una verdadera maravilla, valían mucho y el dinero no alcanzaba, a don Julio se le ocurrió jugar a la lotería para ayudar a pagarlas, por si tocaba la pedrea o algún pellizco mayor, y se ve que fervientemente se lo pidió a San Agustín; con un abogado de tal altura y para un fin tan loable, el premio estaba casi seguro. Pero cuando tuvo lugar el sorteo y no tocó la lotería, y las andas sin pagar, don Julio cogió al santo y lo puso de cara a la pared, castigado, por no haber salido su número.

Pero a la vez, don Julio era tan buena persona y tan generoso que no tenía inconveniente en quitarse su ropa para darla a alguien más necesitado. Fue un gran inventor, le bullían las ideas en la cabeza y alguna de ellas casi le cuesta la vida, pero es comprensible pues estaba la cosa en fase de pruebas. Andaba buscando una especie de tejido aislante del frío, confeccionado con corcho, por lo que se pasó una noche al sereno en el corral para probar los efectos de la fibra y casi se muere de una pulmonía invernal que pescó. Luego perfeccionó el invento y se patentó en toda Europa con el nombre de «Rován»

Lo nombraron profesor del Seminario Mayor de Cuenca, donde impartió Física y Química y Ciencias Naturales y donde siguió con sus invenciones. Inventó una mina magnética que él llamaba «mina podenco», pues al dejarla caer al mar, ella sola iba en busca de los barcos. Construyó un paracaídas dirigible y un aparato gigante para sacar a la superficie los barcos naufragados en el fondo del mar. Todos los ingenios militares los ofreció al Alto Estado Mayor, quien le felicitó por sus ideas y guardaba en consideración sus memorias de inventos para llevarlas a la práctica en tiempo oportuno.

Fue un gran músico e inspirado artista y alcanzó excelentes logros en armonía e instrumentación. Hubo un tiempo en que se pensó que el Ave María del rosario de la Virgen de La Loma fuera obra suya, pero no se sabe con certeza y hay dudas al respecto. Sí sabemos que hizo otras muchas composiciones musicales profundas e inspiradas, entre ellas su himno»Regina Coeli» en honor de Nª Sª de La Loma, el «Oficio de Difuntos», las «Despedidas a la Virgen», los «Trisagios marianos», el «Bendita sea tu pureza», los «Gozos a la Virgen de La Loma» (que habría que recuperar y volver a cantar, porque existe la partitura de cada instrumento), el «Himno a la Cruz», etc., así como numerosos villancicos, jotas y pasodobles.

Méritos personales le sobraban a don Julio por los cuatro costados, pero él nunca hizo ostentación de sus cualidades porque la humildad y la caridad fueron sus normas de vida; tuvo destellos de verdadero genio y reacciones a veces sorprendentes y propias de los grandes sabios. Murió el 13 de Febrero de 1945 y el Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, correspondiente al mes de marzo de ese mismo año, le dedicó un encendido elogio en la necrológica que se escribió en sus páginas, de donde se han extractado algunas de estas notas para general conocimiento y para que sean el inicio de esa biografía de Julio Navarro que ya debería haber escrito su sobrino Pedro porque en Cuenca y en Campillo se lo agradecerían.

Santiago Montoya Beleña

2003

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